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miércoles, 20 de enero de 2010


SENTIR EL VERSO

Ya tenía escritos más de mil poemas
intentando plasmar mis sentimientos
como quien pretende atrapar la esencia
mas intima del mar en una foto;
mi deseo fue arena en el desierto,
sólo palabras huecas en un esquema,
finas aristas de algún sueño roto.

Mas seguí escribiendo queriendo hallar
dentro de mí el adjetivo, el verbo,
la expresión, esa palabra precisa
que te encadene y haga sentir el verso
como un orgasmo eterno y sin final.

Y yo escribía y seguía escribiendo
hasta quedar desnudo de palabras
y entonces, mudo y roto descubrí
que yo en realidad nunca fui poeta,
más aún. Ni siquiera se escribir,
un pobre lerdo de ilusiones vanas.

Así pues frustrado enterré la pluma
y me juré no volver a escribir.

Al llegar la mañana y despertar
sentí que mi almohada estaba empapada,
mis ojos, secos del llanto vertido
y en la mesa, un verso pleno de sentido.

Con la pena que me oprimía enjugada,
saqué de su destierro la vieja pluma
y sin ser poeta escribí estos versos,
sencillos en fin. Sin rimar ni medir.

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